Se escucha el silencio, es ensordecedor. Por primera vez en mucho tiempo me siento sola, muy, muy sola.
Pasan los días y no hablo con nadie - amigos, me refiero- es como esttar en una burbuja.
No sé qué me pasa. Entre más pienso en verlos, en buscarlos, más alejada estoy de ellos.
A veces me siento confundida y me pregunto si tomé la decisión correcta al alejarme de ciertas personas con las que no me sentía completamente a gusto. Luego, me respondo a mí misma que es parte de mi antiguo yo, acostumbrado a los mismos tratos, a darle gusto a la gente, gente que no veía por mí o solo cuando les convenía.
Creo que es cuestión de acostumbrarme a estar sola.
A veces me pregunto si siempre estaré así, si lo resistiré.
A veces lo minimizo, a veces lo exagero. Y extraño personas que no sé si deba extrañar, o solo es la costumbre de estar con alguien, cerca de alguien.
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Empecé a ver la serie Maid las cosas por limpiar, y desd el primer instante me hizo click... Conectó con mi parte emocional y me hizo recordar en emociones y sensaciones todo lo que me ponía a temblar de mi vida pasada.
No he dejado de llorar y ya son la 1:19 am, y no sé cómo parar.
Volví a sentir el miedo, la angustia, el estado de alerta, la desorientación, el saber que tienes que hacer algo pero no saber cómo. El sentir que estoy sola en este mundo con mi niña, mi hija.
Y es que se queda grabado, permeado en los huesos ese miedo, esa sensación que de pronto algo malo puede pasar o me pueden hacer. Me volví a sentir cobarde, indefensa.
Será que ahora sé de forma muy evidente que sufrí abusos y violencia de varios tipos y que se fue metiendo en mi mente con una manipulación sutil, porque no parecía, que ahora solo hizo falta una situación espejo para dejarme ver que algo sigue ahí dentro, temblando.
Me volví a sentir pequeñita e impotente, volví a escuchar en mi mente las palabras de la abogada que me orientó (Ale) diciéndome que si me sentía en peligro, me saliera de ahí, que pidiera ayuda, no importaba la hora. Pero recuerdo que lo minimicé, que yo también así como la protagonista de la serie, minimicé el abuso y la violencia.
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Te encontré a la vuelta de una esquina de 25 años, con la sonrisa inerme y la mirada más profunda y franca, sin los miedos de un pasado que en ese entonces callaban a tu corazón.
Te vi con la mirada marcada de sombras, pero dentro de ellas, vi tu luz, esa luz que me vino a llenar el alma. Y vi amor entre tus ojos, ese que estoy segura que mantuviste intacto a pesar de las caricias repartidas, y que hasta hoy guardaste para mí.
En esa esquina te pedí un café para tener un pretexto. Un pretexto para verte a la cara y reconocer al hombre dentro del recuerdo ese joven que me inspiraba a abrazarlo y regalarle un beso en la mejilla.
Si notaste que a media charla te sonreí, desviando la mirada, fue para ocultar mis ganas de quitar el espacio que había entre mi pecho y el tuyo, y callarte con besos lentos.
Hoy nos dimos cuenta de que tenemos un 'aquí y ahora' solo nuestro, que no sea un simulacro, que se convierta en futuro... Un futuro a cuenta de las sonrisas que siempre nos debimos dar.
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Dejar de ser lo que no fuimos resulta más complicado de entender ahora que veo el vacío que dejó tu fantasma.
No entiendo del dolor que las ausencias causan, solo lo puedo sentir... late como un corazón, como si amara.
Dicen que no es amor, porque nunca lanzamos por la borda a esa cobardía que nunca nos abandonó.
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-No, creo que no me alcanza...- pensé, mientras mis ojos se movían lentos viendo mi mano apretarse.
Revisé una y otra vez mi bolsillo. En él solo me quedan veinticinco años de historias juntos, desde la infancia hasta la última noche de agosto.
Vacié el pedazo de tela para ver qué más podía encontrar y cayeron sobre la mesa aquellas risas de las tardes de sábado, las miradas de sus ojos grandes, las escapadas en el vocho a lugares inesperados. En aquella mochila vieja aparecieron las llamadas y mensajes de media noche, esas que atesoré sin contarle a nadie porque solo eran mías y me recordaban lo feliz que me ponía con solo escuchar su voz. En la bolsa lateral me di cuenta que estaban aquellas visitas de trabajo en las que lo acompañé sintiéndome la mejor vendedora del mundo.
Busqué en el cajón y ahí encontré el beso que me robó, las tardes que compartimos en la universidad fumando cigarrillos y aquellas salidas momentáneas en las que dábamos vueltas en su carro cuando necesitaba fugarse de la realidad. Y qué decir de las canciones, esas que nos dedicamos como si fuéramos chiquillos; aquel mariachi que me llevó al balcón de la casa y que me hizo sentirme como una reina.
-No tengo más. Es lo que tengo para darte, eso más el amor que crece minuto a minuto, aunque no sé si eso valga. Una vida para darle, sueños, años, sonrisas...- me dije desesperada mientras una lágrima caía por mi mejilla.
-Ojalá me alcanzara todo eso para tener una vida contigo, pero parece que no es suficiente.-
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Te miro en el reflejo de la ventana y me doy cuenta de que el tiempo se ha detenido al poner mis manos en tu espalda; que tu piel siempre ha sido el lienzo donde he escrito los poemas de amor que nunca terminé, que tu boca es el descanso de mis besos que corren con la prisa del mundo, que es entre tus brazos donde tengo mi refugio para este fin del mundo.
Eres tú después de tantos años. Has venido a borrar todo lo que pasó para traer un nuevo recuerdo, uno que parece que durará toda la eternidad. Me has buscado para encontrarte y resulta que ahora me encuentras a mí, en cada espacio de tu ser.
Si me preguntas dónde estaba te diré que estaba habitando cada uno de tus sueños, cada suspiro al atardecer, cada canción... que hoy me mudaré a cada uno de tus pensamientos, me colgaré de tus sonrisas que hago mías todas las mañanas y que me abrazaré de tu corazón para no dejar pasar el tiempo como lo hicimos desde hace veinticinco años.
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Yo no entiendo por qué la gente me insiste que me olvide de la noche, que deje de pensar que es para mí. Lo que tengo por seguro es que en lo último que pienso de noche es en dormir...
Le doy vueltas a las ideas y me doy cuenta que el silencio está ahí para acompañarme, pero solo de noche. De día hay ruido, todo se mueve. La quietud de la noche me deja escuchar mejor mis latidos.
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Quisiera hacer una hilarante reseña del por qué se me ha ido el sueño o, peor aún, del terrible hecho de haberme dado cuenta de que he caminado por las calles adoquinadas junto a mi mayor idealización.
¿Que qué tiene que ver una cosa con la otra? ¡Por dios, abrase visto mayor obviedad! Que me ha robado el sueño, sí, él. O quizá fue la vida perfecta que había construido en mi propio universo la que me deslumbró al grado de dejarme en el insomnio de esta noche... no lo sé.
¿Reír, llorar o dormir? Ese es el dilema. Seguramente mañana haré un chiste o dos de lo que ha pasado hoy: del coraje que sentí al verlo caminar hacia mí con su cara de tristeza, por su inútil intento de tomarme de la mano, el de abrazarme a media calle entre las luces de la ciudad. El tercer chiste quizá lo armaré con aquellas promesas de vernos en vacaciones o con la cuenta que llevaba de los dos años que han pasado desde que lo vi en aquel aeropuerto, tiempo que ahora me parece un limbo.
Escribiré algún librito para las chicas incautas, aquellas que depositan sueños y esperanzas de amor en la caja fuerte del tiempo, recargadas en sus ventanas viendo las nubes pasar.
¿Y qué tienen en común los párrafos anteriores? Mi falta de cordura en plena madrugada.
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