Te encontré a la vuelta de una esquina de 25 años, con la sonrisa inerme y la mirada más profunda y franca, sin los miedos de un pasado que en ese entonces callaban a tu corazón.
Te vi con la mirada marcada de sombras, pero dentro de ellas, vi tu luz, esa luz que me vino a llenar el alma. Y vi amor entre tus ojos, ese que estoy segura que mantuviste intacto a pesar de las caricias repartidas, y que hasta hoy guardaste para mí.
En esa esquina te pedí un café para tener un pretexto. Un pretexto para verte a la cara y reconocer al hombre dentro del recuerdo ese joven que me inspiraba a abrazarlo y regalarle un beso en la mejilla.
Si notaste que a media charla te sonreí, desviando la mirada, fue para ocultar mis ganas de quitar el espacio que había entre mi pecho y el tuyo, y callarte con besos lentos.
Hoy nos dimos cuenta de que tenemos un 'aquí y ahora' solo nuestro, que no sea un simulacro, que se convierta en futuro... Un futuro a cuenta de las sonrisas que siempre nos debimos dar.
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