La verdad se encaró frente al espejo y lo que vio la hizo huir.
La realidad, pasmada, dejó caer lágrima tras lágrima al ver su reflejo en el aparador de una tienda.
Los sueños se veían caer a pedazos luego de una noche fría de enero.
La esperanza dejó una carta diciendo que no sabía cuando iba a volver por sentirse imposibilitada ante tanto horror.
Nadie dejó ni una pizca de sí.
De esas pérdidas apenas nos estamos dando cuenta.
Llegó la violencia sin tocar la puerta.
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