Lo que no es
Dejar de ser lo que no fuimos resulta más complicado de entender ahora que veo el vacío que dejó tu fantasma.

No entiendo del dolor que las ausencias causan, solo lo puedo sentir... late como un corazón, como si amara.

Dicen que no es amor, porque nunca lanzamos por la borda a esa cobardía que nunca nos abandonó.
No es suficiente...
 -No, creo que no me alcanza...- pensé, mientras mis ojos se movían lentos viendo mi mano apretarse.
Revisé una y otra vez mi bolsillo. En él solo me quedan veinticinco años de historias juntos, desde la infancia hasta la última noche de agosto.

Vacié el pedazo de tela para ver qué más podía encontrar y cayeron sobre la mesa aquellas risas de las tardes de sábado, las miradas de sus ojos grandes, las escapadas en el vocho a lugares inesperados. En aquella mochila vieja aparecieron las llamadas y mensajes de media noche, esas que atesoré sin contarle a nadie porque solo eran mías y me recordaban lo feliz que me ponía con solo escuchar su voz. En la bolsa lateral me di cuenta que estaban aquellas visitas de trabajo en las que lo acompañé sintiéndome la mejor vendedora del mundo.

Busqué en el cajón y ahí encontré el beso que me robó, las tardes que compartimos en la universidad fumando cigarrillos y aquellas salidas momentáneas en las que dábamos vueltas en su carro cuando necesitaba fugarse de la realidad. Y qué decir de las canciones, esas que nos dedicamos como si fuéramos chiquillos; aquel mariachi que me llevó al balcón de la casa y que me hizo sentirme como una reina.

-No tengo más. Es lo que tengo para darte, eso más el amor que crece minuto a minuto, aunque no sé si eso valga. Una vida para darle, sueños, años, sonrisas...- me dije desesperada mientras una lágrima caía por mi mejilla.

-Ojalá me alcanzara todo eso para tener una vida contigo, pero parece que no es suficiente.-
Del tiempo y de ti...
Te miro en el reflejo de la ventana y me doy cuenta de que el tiempo se ha detenido al poner mis manos en tu espalda; que tu piel siempre ha sido el lienzo donde he escrito los poemas de amor que nunca terminé, que tu boca es el descanso de mis besos que corren con la prisa del mundo, que es entre tus brazos donde tengo mi refugio para este fin del mundo.

Eres tú después de tantos años. Has venido a borrar todo lo que pasó para traer un nuevo recuerdo, uno que parece que durará toda la eternidad. Me has buscado para encontrarte y resulta que ahora me encuentras a mí, en cada espacio de tu ser.

Si me preguntas dónde estaba te diré que estaba habitando cada uno de tus sueños, cada suspiro al atardecer, cada canción... que hoy me mudaré a cada uno de tus pensamientos, me colgaré de tus sonrisas que hago mías todas las mañanas y que me abrazaré de tu corazón para no dejar pasar el tiempo como lo hicimos desde hace veinticinco años.






La noche que era mía
Yo no entiendo por qué la gente me insiste que me olvide de la noche, que deje de pensar que es para mí. Lo que tengo por seguro es que en lo último que pienso de noche es en dormir...

Le doy vueltas a las ideas y me doy cuenta que el silencio está ahí para acompañarme, pero solo de noche. De día hay ruido, todo se mueve. La quietud de la noche me deja escuchar mejor mis latidos.
Incoherencia con sabor a insomnio
Quisiera hacer una hilarante reseña del por qué se me ha ido el sueño o, peor aún, del terrible hecho de haberme dado cuenta de que he caminado por las calles adoquinadas junto a mi mayor idealización. 

¿Que qué tiene que ver una cosa con la otra? ¡Por dios, abrase visto mayor obviedad! Que me ha robado el sueño, sí, él. O quizá fue la vida perfecta que había construido en mi propio universo la que me deslumbró al grado de dejarme en el insomnio de esta noche... no lo sé.

¿Reír, llorar o dormir? Ese es el dilema. Seguramente mañana haré un chiste o dos de lo que ha pasado hoy: del coraje que sentí al verlo caminar hacia mí con su cara de tristeza, por su inútil intento de tomarme de la mano, el de abrazarme a media calle entre las luces de la ciudad. El tercer chiste quizá lo armaré con aquellas promesas de vernos en vacaciones o con la cuenta que llevaba de los dos años que han pasado desde que lo vi en aquel aeropuerto, tiempo que ahora me parece un limbo.

Escribiré algún librito para las chicas incautas, aquellas que depositan sueños y esperanzas de amor en la caja fuerte del tiempo, recargadas en sus ventanas viendo las nubes pasar. 

¿Y qué tienen en común los párrafos anteriores? Mi falta de cordura en plena madrugada.
Voces muertas
Hablo del pasado, de ese pasado donde las palabras parecían salir de los muros ennegrecidos por los recuerdos, aquellos que no tuvimos, pero creímos tener.

Ya me parece que saliste como una sombra descolorida de ese pasado del que hablo y pretendiste darle color al viento, pero las sombras no dan nada, ni color, ni abrigo, ni luz... nada.

Y aún así, entre los instantes, te metiste en mi cabeza como una maraña de pensamientos que no eran eso, sino voces, voces que buscando cobrar vida, sutilmente penetraban -lentas, hipnotizantes- mi mundo de sonidos y, de día, solo creía que era un inocente sueño y, de noche, se volvían las más dulces pesadillas.

Así me pasaron los cuatrocientos días y las cuatrocientas noches, creyendo que mi música era tu voz y tu música eran mis palabras, pero (...) el tono equivocado me hizo despertar para abrir los ojos y ver que nada de eso era lo suficientemente real.