Hay una casa por donde no pasa el tiempo -o en algún momento se detuvo para quedarse a descansar-
donde los suspiros atraviesan las paredes como fantasmas y las voces de los enamorados danzan de cuarto en cuarto haciendo ronda con la noche.
En el día, el silencio llena sutilmente los espacios de la casa y la tranquilidad se acomoda en el solario, bebiendo una taza de café mientras el sol le acaricia.
Es una noche de amor la que envuelve a los enamorados, la que los toca y los besa. Algunos se han fundido entre las caricias, bajo las sombras de la oscuridad, junto a las puertas que susurran mientras que otros -inundados de deseo- hacen el amor con sus recuerdos lejanos, recuerdos que no los han alcanzado aún.
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